Cartas


Empiezo a escribir hoy.

Con mucha tristeza me doy cuenta que estoy de duelo. ¡He estado tan bien este último mes! Pero ahora me doy cuenta que perdí los abrazos. ¡Y aquellos momentos en los que estuvimos tan bien! Sin embargo, ha pasado mucho tiempo desde entonces.

Quiero que sepas que me fui porque me sentía como un pájaro enjaulado. Creía que podía amoldarme a tu vida y fue lo que hice, lo que más me importaba era que estuviéramos bien, que me vieras siempre alegre, para que te enamoraras... En ese momento suponía que si habíamos soñado con vivir juntos era porque nos amábamos.

Imaginaba que si tú estabas bien, yo estaría bien. Pero, ¿Cómo conocer tu mundo interno? ¿Cómo darme cuenta del calvario que llevabas por dentro? 

Me hace mal no saber por qué sufrías. Porque yo también sufría. Tu dolor no te dejaba que me escucharas, que me registraras. Con el tiempo aprendí de tu silencio. Era ensordecedor. Solo pude ver tu mirada perdida cuando te pedí que dijeras algo para no irme . Me partí en dos. La alegría se marchitó. ¡Cuánto dolor! 

Me aislé y me encerré, necesité tiempo para darme cuenta que ya no podía más. Y en la oscuridad más profunda de mi alma, un día me escuché decir: "a partir de hoy soy libre, mañana será otro día."

Y empecé a soñar despierta, a responder a mis inquietantes preguntas. Y las respuestas llegaron. La solución  a mi agotamiento vino sola, las personas que me ayudaron también. Todo ocurrió como lo imaginé.

Y hoy estoy aquí, escribiendo que me siento mal por lo que perdí contigo, haciendo mi duelo por mí, en el balcón de mi nueva casa, este lugar donde me siento libre, alegre y creativa de nuevo.

Se aproximan las fiestas y estoy extrañando a esas personas que no celebrarán conmigo: a mi mamá, a mi hija, a mi sobrina. Sé que ellas están bien, cada una donde tiene que estar. Y yo también estoy donde tengo que estar, porque aquí es mi lugar.